viernes, 6 de junio de 2008


Alfonso Torrejón Jurado, “El Fiebre”

Alfonso Torrejón Jurado, que se forjó merecidamente el sobrenombre de “El Fiebre”, tras vivir durante setenta años en plena sintonía con los avatares del Cádiz Club de Fútbol, ha fallecido. Alfonso constituía el modelo del hombre sencillo, familiar y entrañable, que se identifica plenamente con una institución y el ejemplo de la persona noble que se entrega sin condiciones a una causa común.

Era un luchador tenaz y un sufridor infatigable que constituía una elocuente metáfora de las vidas elementales, laboriosas y sencillas de muchos de nuestros convecinos. Con sus comportamientos ilustraba la barojiana lucha por la vida, y su biografía representa, de manera clara, la extrema dureza de esa pelea por la supervivencia.

“El Fiebre” ha sido un espejo en el que se han visto reflejados los forofos apasionados, los aficionados gustadores del buen fútbol y los cadistas que han disfrutado con los triunfos y han sufrido con las derrotas de su Cádiz. Él ha sido la plasmación de los anhelos, de las ilusiones, de las alegrías y, también, de los disgustos, de los sufrimientos y de las decepciones.




Pero, en mi opinión, Alfonso estaba adornado de otros valores que van más allá de los territorios del fútbol y que no deberían pasarnos desapercibidos. Para dibujar su perfil humano, tendríamos que destacar, al menos, su fidelidad, su corrección y su laboriosidad. Se sabía mover entre los futbolistas, los entrenadores, los directivos, los periodistas y los aficionados. Era un hombre bueno, atento, servicial y limpio, un aventurero de la amistad que se solidarizaba con los sueños de los demás; era un ayudante indispensable que sabía aparecer en el momento oportuno y que se esfumaba cuando advertía que no eran necesarios sus servicios. Siempre se mantuvo al margen de las polémicas originadas por las luchas de las facciones y de las banderías.

En contra de lo que suele parecer, las personas -incluso las menos notables- son más importantes que las instituciones y los cadistas, más insignes que el Cádiz Club de Fútbol. A los seres humanos los engrandecen, más lo que son que lo que tienen; los ennoblecen más cómo hacen las cosas que las cosas que hacen.

Se ha cerrado un capítulo de nuestra pequeña historia local; se nos ha ido un depositario de miles de anécdotas, un amigo cordial cuyas eficaces ayudas nunca fueron suficientemente recompensadas. “El Fiebre”, un hombre sentimental, cumplidor, necesario, casi imprescindible en el Club, no vivía del fútbol, pero vivía el fútbol. Lo suyo fue algo más que afición y, por eso, deja una huella indeleble de bienhacer, que ha generado toneladas de agradecimiento, de respeto y de cariño. Que descanse en paz.

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