sábado, 7 de junio de 2008

José Tomás Tocino González

José Tomás Tocino González

Perseguidor de sueños y buscador de peripecias, este barbateño cordial y espontáneo -imprimiendo a su andadura un ritmo propio- ha explorado distintos senderos. Preocupado por el sentido de la existencia, en su búsqueda ávida de respuestas, unas veces ha recorrido el camino al trote y otras al galope, según el itinerario que, en cada encrucijada, determinaba seguir. Vital y vitalista, José Tomás nace y renace todos los días. Independiente y generoso, posee, padece y disfruta de una insaciable hambre de libertad, de cultura y de solidaridad. Alegre y entusiasta, para él la vida es un juego en el que se combinan las letras y los sonidos, la carne y el espíritu, lo metafísico y lo inmediato, en un damero de rostros y de lugares, para explorar las esencias y para llegar al fondo y al trasfondo de las cosas, a la vida sentida, compartida, vivida con sencillez, con naturalidad y con autenticidad: como una conducta, como una tarea y como un compromiso.



Sus interrogantes y sus anhelos fraguados por su imaginación están fecundados por su compromiso irrenunciable con la realidad y con su época. Sabe mirar hacia adelante y también hacia atrás al mismo tiempo y, sobre todo, no le tiene miedo al miedo. Lee el mundo y relee los libros. Indagando el sentido de las cosas, de las piedras y de las aguas, aspira los olores y los dolores del mundo y percibe las diversas voces ligadas a las cosas. Establece con las gentes con las que convive una triple parentela: la sanguínea, la imaginaria y la evangélica.

En su búsqueda entre la inevitable niebla, José Tomás ha descubierto que lo seres humanos somos realidad y, también, imaginación abierta a las grandes mudanzas, al amor y a la libertad. Todos los días elabora nuevos proyectos de ser a partir de su reflexión que es autorreconocimiento como creyente y como poeta de la sangre, de la imaginación y de la fe. Él ha entendido el sentido abierto y comunitario de la fe cristiana.

Como un verdadero Quijote, José Tomás es un radical insatisfecho y un partidario de la libertad, de la justicia y de la solidaridad hasta las últimas consecuencias, y, como Jesús de Nazaret, es acompañante de los humillados y defensor de los ofendidos: ha sellado un compromiso con la realidad del dolor y del sacrificio.



Permanente buscador, José Tomás sigue intacto, nadando en el cambiante oleaje de las infancias, de las pubertades y de las juventudes cíclicas, caminando de encantamiento en encantamiento. No es un resentido ni un desengañado del mundo ni del evangelio sino que, por el contrario, con exigente sinceridad y con lúcida conciencia de sus limitaciones, cada vez se siente más hechizado por Jesús en quien ventajosamente se apoya y quien -en medio de la madeja de estructuras, de rúbricas y de normas- le transmite el único dogma liberador: el amor.

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