domingo, 12 de octubre de 2008

Joaquín Sierra "Quino"



Joaquín Sierra, “Quino”[1]

Joaquín Sierra

Joaquín Sierra -“Quino”- ha sido uno de los productos más valiosos de la fecunda cantera bética y uno de los delanteros centros de mayor calidad técnica del fútbol español. Creo que su peculiaridad deportiva estribaba en su singular capacidad para sintetizar, en una armoniosa y equilibrada unidad, un conjunto amplio de cualidades futbolísticas, profesionales y humanas diversas que, hasta cierto punto, eran opuestas. Poseía un variado repertorio técnico, una intensa voluntad competitiva y una profunda sensibilidad social.
En la cancha, además de su acusada personalidad para dirigir a sus compañeros y para hacer funcionar el equipo -aplicando siempre las estrategias diseñadas por los entrenadores en la pizarra- poseía una clara visión del juego, un fácil regate, una considerable facilidad de desmarque, una exquisita habilidad para jugar sin balón, una extraña desenvoltura para moverse en el área, una singular pericia para ejecutar las faltas, una secreta maña para engañar al contrario y una esmerada maestría en los controles del esférico. Aunque no estaba exento de fuerza, prefería, más que disparar cañonazos que rompieran la red, lanzar los tiros con tal colocación que limpiaran de telarañas los ángulos de la portería. Todas estas dotes se condensaban en la fórmula con la que los críticos más agudos solían caracterizarlo: era un futbolista con talento.
En mi opinión, su fútbol elegante e, incluso, su instinto goleador, se deben a su manera de concebir el fútbol siguiendo las reglas básicas del toreo puro: sabía parar, templar, mandar y, en su momento oportuno, cargar la suerte. Pero, a pesar de esta dimensión taurina, su fútbol se caracterizaba paradójicamente, por un sentido finamente poético y, en consecuencia, llamaban la atención, más que por la exuberancia de sus quiebros, por la sobriedad de sus jugadas clásicas, por sus pases hondos y por sus driblings medidos. Los espectadores -igual que él- no sólo disfrutábamos con su inspiración y con su pellizco, sino también con su dominio para mantener la cordura y la autenticidad del espectáculo, sin caer ingenuamente en el exceso de retórica o en la frivolidad de la ineficaz floritura.
En el vestuario, constituía un componente aglutinante y, al mismo tiempo, un factor revulsivo: facilitaba la unión del grupo humano y estimulaba el cumplimiento de los compromisos, la reivindicación de los derechos y el respeto a los pactos. Pero, sobre todo, logró despertar en los futbolistas la conciencia de su dignidad como personas, de sus exigencias profesionales y de sus derechos humanos. Colocado siempre en la acera de los más débiles, nos llamó la atención, de una manera especial, su frialdad, su firmeza y su mesura a la hora de resolver situaciones dramáticas. Lamentamos, sin embargo, que este caudal de conocimientos, de valores y de destrezas, no los haya puesto al servicio de las sucesivas generaciones de deportistas que tanto hubieran aprendido de su magisterio. Estamos seguros de que sus ideas, su control emocional, su brillante fantasía, su intensa reciedumbre, su discreta mesura y su firmeza innegociable, hubieran supuesto una ayuda impagable para las nuevas generaciones de futbolistas, para los directivos e, incluso, para los informadores.

[1] Nació en Sevilla, jugó el Betis y en el Valencia antes de recalar en el Cádiz. En 1976 Manuel De Diego, en su intento de hacer un equipo competitivo para lograr el ascenso a Primera, llega a un acuerdo con el club ché para incorporar al delantero. Quino pasa a ser el futbolista mejor pagado del Cádiz y se encuentra con jugadores de contrastada calidad como Carvallo, Ibáñez, Villalba, Botubot o Mané. Sin embargo, el esfuerzo mereció la pena, puesto que a final de temporada se logró el objetivo de conseguir una plaza en Primera. Quinó terminó el año con 16 goles, como máximo realizador amarillo junto a Ibáñez. Extraordinario ariete, magnífico rematador de cabeza y con un gran disparo, el sevillano abandonaría la disciplina amarilla en 1978.

1 comentario:

Guillermo Álvarez de Toledo Pineda dijo...

Quino fue uno de los futbolistas que más admiré por su elegancia y buen jugar con y sin el balón en los pies ; pero siempre en la cabeza.