domingo, 12 de octubre de 2008

Mateo Silva Romero



Mateo Silva Romero

Las actitudes y los comportamientos de Mateo Silva constituyen la ilustración y la prueba de que las paradojas evangélicas no son unos meros ejercicios retóricos sino que, además, nos proprocionan unas fórmulas eficaces para ayudarnos a encontrar el bienestar personal, la concordia familiar y la armonía social. Su modestia, su sencillez y su llaneza demuestran el atractivo y la validez de unos valores fundamentales que, en la actualidad, pasan desapercibidos y, a veces, desdeñados, pero que, a la larga, son reconocidos por casi todos. Por eso sus aspiraciones siempre se ven colmadas y las expectativas de los que solicitan su apoyo nunca son defraudas.

Mateo es un hombre servicial que presta su ayuda sin reclamar elogios y sin, ni siquiera, esperar gratitud; ha optado, de manera consciente, por ser levadura oculta en la masa y, en consecuencia, ha renunciado, explícitamente, a todos los signos que expresen afán de exhibicionismo y alardes de poder. Es un acompañante que, sin necesidad de poseer abundantes medios materiales, acude a todos los que requieren su colaboración: su clave reside en que da más de lo que él espera recibir.

Si su vida es sencilla, su discurso pastoral es claro. La claridad de sus mensajes estriba en que, previamente, los medita y los vive. En sus homilías, sobrias y escuetas, nos desvela el rostro y las pisadas de Jesús; nos traza el apasionante proyecto de vida dibujado en las bienaventuranzas y nos estimula para que nos decidamos a descubrir la riqueza del amor, las ganancias de la generosidad y los tesoros de la cruz. Administra el perdón y celebra la eucaristía.

Y es que, como él repite insistentemente, la dificultad del Evangelio no reside en su comprensión sino en su práctica. Por eso, le llama la atención que algunos, empujados por un afán de cientifismo y por la pretensión de proporcionar rigor a las enseñanzas evangélicas, las enreden empleando fórmulas complicadas y palabras raras. “Las palabras de Jesús -afirma- son fáciles de entender para todos los que acuden a él con un corazón limpio y generoso; la fe no es el resultado de una erudición intelectual sino un regalo, una gracia que se concede a los que poseen las entrañas de los pobres y de los humildes”.

Mateo Silva, hombre realista, cordial, atento, servicial, paciente y esperanzado, está permanentemente abierto al diálogo, a la comprensión y a la solidaridad fraterna. Gracias al esfuerzo continuado, a su crecimiento humano y a esa sabiduría que ha ido acumulando a lo largo de su abnegada y dilatada actividad pastoral, en la actualidad, está en posesión de una fina perspicacia y de una lúcida serenidad que le permiten descubrir el sentido trascendente de los sucesos cotidianos y el significado profundo de las cosas menudas. Asume sus responsabilidades sin desvanecerse por las dificultades, y, venciendo las limitaciones físicas, gracias a su madurez humana, desarrolla las diferentes tareas encomendadas con el sosiego de quien está plenamente convencido de que es un simple instrumento. Reconciliado con el pasado, Mateo Silva asume el presente y está abierto de par en par al futuro.

1 comentario:

Juan dijo...

José Antonio: Por curiosidad he entrada en tu blogg y me ha servido para reencontrarme recordardo a tantos como retratas y a tan hondos y vivos sentimientos. Especiales para mí son Mateo Silva y Antonio Troya, por cercanos y queridos, aunque no tratados desde hace muchos años. Pero, por lo menos para mí, siempre estamos presentes, siempre somos cercanos.
A mí, Juan Vinuesa, contínuamente me ha podido la vida, el sentimiento , la sensación de que hay verdad, aunque sea perentoria. Me siento lejos de tantísimas cosas..., pero nunca de las personas que de verdad lo son.